- El considerado por muchos mejor deportista de la historia da lecciones de humildad allá por donde va.
Gran prueba de ello es su actitud frente a la preparación tanto física como mental que le hace, en parte, ser campeón de todos sus títulos, tanto a nivel individual como con la armada española.
Los que le conocen hablan maravillas de él, en ningún rincón del país se oye una crítica, es el ciudadano más valorado y, seguro, mucha gente estaría satisfecha de que presidiera el gobierno.
Sin duda, es la humildad que ya hemos mencionado antes lo que le hace ganarse el cariño, respeto y admiración de todos los aficionados al deporte y a la vida en general.
Además de tributar en España, ser cercano a sus vecinos y familiares más lejanos, el balear adoptó desde pequeño una idea que le ha calado tanto que no puede desprenderse ya de ella: no creerse más que nadie.
Hijo de un consagrado defensa central al que Johan Cruyff descubrió y fichó del Real Mallorca y promesa del deporte rey, Rafael siguió los consejos de su tío para triunfar en el mundo.
Así, el respeto hacia los entrenadores y trabajadores de los clubes de tenis era su máxima, tanto que la mantiene ahora, hasta el punto de barrer la pista de tierra batida cada vez que termina de entrenar, quitando trabajo a los operarios y dejando la cancha perfecta para el siguiente usuario.
Rafa nunca ha dejado que la gloria le haga olvidarse de sus deberes, tareas misiones como ser humano que es, ni siquiera el dinero le ha cambiado, ya que, pese a los múltiples ceros de su cuenta corriente, ha demostrado ser una persona humilde.