El Caja Laboral destroza al Madrid en un polémico partido que se decidió en la prórroga.
Llul no pudo con un espectacular Brad Oleson.
El
Baskonia es un gran equipo, independientemente de las críticas, de los
que hablan de los árbitros. Ayer, pese a la polémica, se vio un conjunto
vasco mucho más compenetrado que el Madrid, que parecía un catálogo de
estrellas más que un equipo.
El
Caja salió muy defensivo, conscientes de que evitando que los blancos
tirasen ganarían, y agotó todas las posesiones de los visitantes,
impactados por el Fernando Buesa Arena.
En el primer parcial, las cosas eran favorables para los locales, que manejaron la situación con madurez y calidad.
Impulsados
por la calidad de Oleson y Bjelica, al descanso el resultado siguió
siendo favorable para los vascos, que endurecieron el partido en ataque.
La
segunda parte del encuentro tuvo un protagonista, Sergio Rodríguez. El
ex-NBA agilizó el juego para reconciliar al partido con el baloncesto.
Así, al final del tercer cuarto el Madrid parecía tener el partido
sentenciado.
Sin
embargo, el último cuarto fue un reflejo de la impotencia madridista de
esta temporada, en la que no les sale nada en los partidos importantes,
como el del 29 de mayo pasado.
Pese
a los casi el doble de rebotes que el rival, seis minutos sin anotar
condenaron a Pablo Laso a tener que comerse la cabeza buscando
soluciones, ya que si el próximo treinta y uno ganan los del norte, el
Real Madrid vivirá otro año sin ganar la liga.
Los
visitantes estallaron cuando el árbitro del encuentro expulsó a Tomic
y, con él, a todos los pívots del equipo, ya que era el último que
quedaba sobre la cancha.
Y
cuando restaban segundos, Llul dio un halo de esperanza a los blancos
con un espectacular triple que les enganchaba al partido.
Sin
embargo, en la prórroga, tras cuatro minutos y medio de igualdad, la
película era la misma, el Madrid necesitaba un líder, y sólo tenía tres
décimas para encontrarlo.
Lo cierto es que los visitantes lo buscaron, pero el palmeo no llegó. El Caja se quedaba a las puertas del título.
Lo que quedó claro en el partido es que en el baloncesto, para ganar, se necesitan pívots, y el Baskonia los tiene.
El Barcelona gana la Copa del Rey tras vencer al Athletic por 3-0.
Impulsados por la línea de medio centro y Pedro, desactivaron la defensa bilbaína.
El
ambiente estaba caldeado, en los aledaños del Calderón se hablaba de la
posible pitada al himno y no del espectáculo que se iba a ver en el
césped. Nadie quiso callarse, ni desde Madrid desde Barcelona o Bilbao
se cortaron a la hora de dar su opinión.
Sin
embargo, en la hora de la verdad el protagonista fue el balón y no la
bandera, fue la grada por su forma de animar y no de protestar. Es
cierto que hubo pitada, unos silbidos ensordecedores que durante
veintisiete segundos alargaron la cara del príncipe, pero eso fue todo.
El fútbol bajó los humos del ambiente.
Dos
cubregradas daban color al Vicente Calderón, dos mosaicos de los que
salen a pasear en las grandes noches. En el fondo sur, un Força Barça
encabezado por el escudo blaugrana impulsaba a los suyos, mientras que
treinta y cinco mil cartulinas rojiblancas decoraban el sector norte.
En
lo deportivo, el Barcelona salió con todo, concienciados de que el
mejor entrenador de la historia no se podía ir sin ser campeón una vez
más, sin hacer las delicias del mundo en su última noche.
Así,
en la primera jugada del partido, Messi disparó demasiado ajustado al
palo, en la segunda, Aurtenexe salvó bajo palos y, tal y como dice el refrán callejero, a la tercera fue la vencida.
En
el rechace de un saque de esquina, el canario se dio la vuelta y venció
a Gorka, abatido y con cara de circunstancias al sacar el balón de las
redes. Después de esa ocasión, los ánimos culés no bajaron.
De
nuevo Messi, liderando la frontal con su magia, se topó con la estirada
de Gorka. Sin embargo, cuatro minutos después, no falló. Recibió un
pase milimétrico de Iniesta para poner tierra de por medio en el
marcador con un disparo alto.
Cinco
minutos después, Pedro, máximo representante del buen juego catalá,
remató un pase de Messi para sentenciar la final y el año del Athletic,
que no ha visto recompensado su trabajo en las competiciones que ha
jugado.
Fue
entonces cuando reaccionó el equipo de Bielsa, de forma inútil ya que
la defensa liderada por Mascherano no dio opciones a la delantera vasca.
Y cuando ni el argentino ni Piqué llegaban,aparecía Pinto, mucho mejor
portero que lo que dicen los críticos.
Salvó
en una ocasión ante Susaeta con una estirada y, en el último compás de
la primera parte, los leones protestaron un penalti no pitado de Piqué
sobre Llorente, claro tras ver la repetición. Un
centro-chut de Muniaín salvado por el ex céltico fue lo último antes de
que los jugadores abandonasen temporalmente el campo. Tras la
reanudación, Bielsa volvió al 9 de mayo, haciendo los mismos cambios que
en Bucarest, introdujendo a Íñigo Pérez y a Ibai Gómez, sin éxito de
cara al gol.
El
Barça entonces se lo pasó bien, hizo un rondo con su rival y esperó a
que el árbitro pitase para lanzarse al campo a celebrar una nueva copa.
El Athletic, por su parte, buscó el gol de la honra, pero ni eso se
podía lograr con un Barcelona así. Cuando
llegó el final, las lágrimas rabiosas se apoderaron del Athletic,
mientras que los catalanes volvieron a casa al grito de "Guardiola,
Guardiola".
Lo que quedó claro fue que, pase
lo que pase, siempre reinará el fútbol, que el deporte siempre es
estético, independientemente de los aficionados o de los políticos.