- El considerado por muchos mejor deportista de la historia da lecciones de humildad allá por donde va.
El tenista balear Rafael Nadal, ganador de doce grand slams y durante mucho tiempo número uno del ránking ATP, tiene algo que encandila, algo con lo que se gana a todos los aficionados al tenis, y ese algo, es su humildad, su manera de ver la vida y de afrontarla, dando más importancia a lo que pueda pasar fuera de la cancha que a sus propios partidos.
Gran prueba de ello es su actitud frente a la preparación tanto física como mental que le hace, en parte, ser campeón de todos sus títulos, tanto a nivel individual como con la armada española.
Los que le conocen hablan maravillas de él, en ningún rincón del país se oye una crítica, es el ciudadano más valorado y, seguro, mucha gente estaría satisfecha de que presidiera el gobierno.
Sin duda, es la humildad que ya hemos mencionado antes lo que le hace ganarse el cariño, respeto y admiración de todos los aficionados al deporte y a la vida en general.
Además de tributar en España, ser cercano a sus vecinos y familiares más lejanos, el balear adoptó desde pequeño una idea que le ha calado tanto que no puede desprenderse ya de ella: no creerse más que nadie.

Hijo de un consagrado defensa central al que Johan Cruyff descubrió y fichó del Real Mallorca y promesa del deporte rey, Rafael siguió los consejos de su tío para triunfar en el mundo.
Así, el respeto hacia los entrenadores y trabajadores de los clubes de tenis era su máxima, tanto que la mantiene ahora, hasta el punto de barrer la pista de tierra batida cada vez que termina de entrenar, quitando trabajo a los operarios y dejando la cancha perfecta para el siguiente usuario.
Rafa nunca ha dejado que la gloria le haga olvidarse de sus deberes, tareas misiones como ser humano que es, ni siquiera el dinero le ha cambiado, ya que, pese a los múltiples ceros de su cuenta corriente, ha demostrado ser una persona humilde.
- ¿Cómo es la vida en el Estudiantes una año después del descenso?
- ¿En que condicionó la mala temporada al futuro a largo plazo del club?
Una temporada después del momento más duro en la historia colegial, las cosas son muy diferentes por el Magariños, donde el indulto fue la mejor noticia del verano, y donde un proyecto innovador intenta devolver las sonrisas a una de las aficiones más fieles de España.
Todos recordamos las imágenes del Palacio de los Deportes de Madrid bañado en lágrimas, de la Demencia pidiendo la salida de unos toreros incapaces de lidiar con el morlaco de la LEB. Igual que todos recordamos la polémica que hubo los quince días posteriores, los cuales terminaron en salvación institucional.
Inmediatamente después de confirmarse la noticia de que el Estudiantes era equipo de ACB, el club presentó a Himar Ojeda como director deportivo, dándole al canario plenos poderes para estructurar un proyecto que devolviese al histórico club colegial a los puestos de play-off.
Sin embargo, y pese a los grandes fichajes que hace, algo le impide maniobrar con total libertad: el presupuesto. Un presupuesto totalmente reducido, debido a los errores del pasado, fallos garrafales de planificación que condenaron al equipo a un infierno no deportivo pero sí económico.
Todas las malas noticias, irónicamente, vienen del verano más ilusionante de los últimos años, donde la institución confundió nacionalidades, olvidó valores y trató de crear una embajada estadounidense en el Ramiro de Maetzu comandados, eso sí, por Pepu Hernández.
Olivé, Asselin, Pancho Jasen, Nik Caner-Medley y Sergio Sánchez abandonaron el club reforzando a rivales directos, mientras que ningún jugador llegó al Magariños procedente de otro equipo de la ACB.
Los resultados no llegaban, la profesionalidad de los americanos era nula y el Estudiantes caía a una situación inimaginable durante el verano y que obligó a realizar otra partida de fichajes y rescisiones de contratos que mermó aún más las posibilidades económicas estudiantiles.

Así, en el mes de febrero, con el mercado abierto, los colegiales oficializaron los fichajes de Chris Lofton, Wllie Dean, Louis Bullok, Tariq Kirskay -actual ídolo de la afición- y Trifón Poch.
Todas estas operaciones supusieron un gasto irreal, que obligaba al equipo a depender del aval de la salvación. Una salvación que, pese a los esfuerzos del nuevo entrenador y de los más veteranos, no llegó nunca e incluso estuvo presente el miedo de desaparecer.
Con este panorama, difícil es fichar e iniciar un nuevo proyecto, a no ser porque el Estudiantes puede dejar de lado sus valores, pero nunca olvidarlos y, afortunadamente para los celestes, la cantera sí se ha trabajado bien.
Durante el pasado verano, todos los americanos que se pasearon por las canchas de la competición sin ofrecer el rendimiento que se esperaba de ellos abandonaron el club dejando paso a seis fichajes, cinco de los cuales llegaban procedentes de rivales directos.
Tras una gran primera vuelta, los de Txus Vidorreta se metieron en Vitoria, en la fiesta del baloncesto, en la Copa del Rey.
A partir de este acontecimiento, las lesiones merman al equipo y el ansiado playoff no llega.
En este punto se supone que termina la historia colegial, aunque el futuro es más incierto que nunca. Himar Ojeda, artífice de un año prometedor y un proyecto de futuro, abandona el club sin renovar el contrato, Vidorreta está más fuera que dentro y tan solo el firme bloque que hay construido y los canteranos que dirige Mariano de Pablos hacen creer a una afición cada día menos ingenua y en la que es todavía muy presente el daño de un descenso más institucional que deportivo.
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